Hace más de un mes un grupo de voluntarios tuvimos la oportunidad de adentrarnos en el Oasis de M’Hamid, al sur de Marruecos. Viajamos con Terrachidia, una asociación española que se dedica entre otras cosas a la protección de la construcción con tierra e interviene de manera activa en la reconstrucción y rehabilitación de parte del Patrimonio Arquitectónica de esta área de Marruecos. Nuestro trabajo consistía principalmente en la restauración de la puerta de entrada al Ksar de Rgabi, poblado construido íntegramente con tierra y que desde hace unas décadas está sufriendo la invasión de la “hormigonalización” como la mayoría de los asentamientos marroquís. Esta entrada descontrolada del hormigón en los parajes únicos de nuestro país vecino está motivando que asociaciones como Terrachidia, apuesten por mantener y recuperar la arquitectura más tradicional.
Paralelamente al viaje, en un pueblecito de Teruel, Mosqueruela, continuábamos trabajando con la rehabilitación de una vivienda donde planteamos el revestimiento interior a base de mortero natural de arcilla. Dejamos el revestimiento en su primera capa (la capa base) y mientras esta secaba, emprendíamos nuestra aventura marchando a Marruecos a experimentar su modus operandi. De esta forma, a nuestra vuelta contrastaríamos experiencias y quehaceres entre unas y otras maneras de utilizar el material.
Ahora sí, llegó el momento de emprender el viaje africano y comenzar nuestra formación. La experiencia nos daba la oportunidad de conocer las tres técnicas principales de esta tipología de construcción: el tapial, el adobe y el revoco. Acompañados de los maestros locales aprenderíamos a utilizar el material y todo su proceso constructivo, y entenderíamos que esta práctica es consecuencia de la herencia adquirida generación tras generación. Nosotros también teníamos algo que decir sobre la tierra, por lo que la transmisión entre ambas culturas resultó siempre recíproca.
El tapial fue nuestro primer contacto. Esta técnica consiste en la producción de muros de espesor que rondan los 60 cm y que trabajan únicamente a compresión. Su ejecución se basa en la técnica de golpeado con maza de madera para comprimir la tierra y así eliminar el mayor número de huecos de aire. Así se van creando las capas de cada tongada comprimida que rondan los 10-15 cm y le dotan de ese aspecto tan característico de esta tipología de construcción. Los podemos encontrar en todo el territorio del oasis ya que es la base de todos los muros por ser la parte más pesada de la construcción y soportar el peso del resto del elemento. No se ejecutan con cimentación y, en Marruecos, su encofrado se constituye con una pesada estructura de madera que se reutiliza tantas veces sea necesaria para la construcción final. Nuestra tarea fue crear una bancada que, además de reforzar el muro ya existente, servía como mobiliario público en el espacio cubierto de la puerta del Ksar.
Bajo el sol de Rgabi y mientras unos trabajábamos con el tapial otros empezaban a componer adobes. El adobe es una tipología constructiva completamente distinta al tapial. Es lo que entendemos como bloques de tierra que necesitan una preparación previa antes de su colocación. En una primera fase se amasa la tierra junto con paja y agua, creando pequeñas bolas que se trasladan a la zona de encofrados donde se van fabricando las piezas. En el trabajo realizado a pie de campo todo el proceso era manual y cobraba gran importancia la coordinación en equipo, ya que mientras unos trasladaban las mezclas, otros iban formando los bloques ayudados de una estructura de madera que servía como molde. Las estructuras de madera se limpiaban y reutilizaban para las siguientes piezas y los adobes se iban colocando delicadamente alineados y ordenados para ocupar el menor espacio posible. El secado era en el exterior y debido al clima desértico de Rgabi el material estaba listo pocos días después. Estas piezas las podemos encontrar en la arquitectura popular del Sur de Marruecos formando originales dibujos geométricos y coronando los muros.
Para finalizar nuestro trabajo en Rgabi debíamos revocar todas las paredes de la puerta del Ksar y dejar el acabado y aspecto adecuados. La técnica del revoco también implica varios procesos constructivos. En una primera fase se prepara una mezcla a base de tierra, fibra de palmera, agua y en muchos casos, excremento de burro, que sirve como estabilizante de la mezcla. Este compuesto se lanza de manera manual como “pelotitas” que van adhiriéndose a la superficie de los muros y se van introduciendo entre los huecos de estos. Pasado unos minutos se extienden esas mismas “pelotitas” con los dedos, dejando una superficie rugosa que será la base del acabado final. Este último revoco está compuesto de arcilla, agua, y alguna viruta de fina sección de paja que debe pasar por el tamiz. La aplicación de esta capa es delicada. En los trabajos del Ksar, los espesores del revoco rondaban entre 1 y 2 centímetros y la aplicación se realizaba con una ligera presión del material colocado en la llana. Todas las capas base del revoco debían ser humedecidas con anterioridad para que la arcilla pudiera trabajar como adhesivo entre ellas. Otra vez, y debido al soleamiento de esta zona, cada capa estaba preparada para recibir la siguiente en uno o dos días, al contrario de lo que ocurrió en Mosqueruela, que debido a las bajas temperaturas que alcanza el municipio, la capa base de mortero de arcilla tuvo que esperar unas cuantas semanas para poder continuar con el resto de las fases.
Finalizada la enriquecedora experiencia de Rgabi tocaba volver a España y continuar con el trabajo que habíamos dejado en el pueblecito de Teruel. Esta vez, únicamente teníamos que aplicar la última capa de mortero fino de arcilla, ya que el aspecto definitivo será elegido en una fase posterior.
Podemos señalar que no existen grandes diferencias entre los trabajos con tierra ejecutados de la manera tradicional y los trabajos con tierra (arcilla) aplicados en la actualidad. Al ser la misma materia prima el comportamiento del material es similar en ambos casos sea su aplicación más o menos concisa. Para poder formalizar un revoco o revestimiento hay que seguir los mismos pasos: humedecer las superficies, aplicar una capa base irregular con fibras y, aplicar de manera delicada el mortero fino de acabado. Es cierto que en Mosqueruela tuvimos más en cuenta la precisión en cuanto a espesores (que rondan los 1,5 centímetros en el caso de la capa base, y los 5 milímetros en el caso del mortero fino de acabado) y en cuanto a la aplicación con herramientas más específicas; pero el resultado final depende del propio comportamiento del material, por lo que respetar sus tiempos, mezclas y aplicaciones es común en ambas maneras de construir.
Por todas estas razones se puede concluir que en la construcción con tierra existe una característica común al trabajo tradicional y contemporáneo: la labor manual y delicada de todo el proceso constructivo. El contacto con la tierra hace que se genere una conexión entre el material y el aplicador, un vínculo natural e íntimo que se refleja posteriormente en el comportamiento del mismo. Las propiedades que nos aporta tienen que ver con esta especial conexión que se materializa en su propiedad de regular la humedad de los espacios o controlar la temperatura. Además su olor, textura y color hacen de la tierra un elemento único para la creación del espacio que queremos habitar.
Nombre | Lidón Agost Muñoz (Colaboración: Lorena Barbero Flor) |
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Empresa | La Casilla de Salida |
Cargo | Arquitecta |
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