Nombre | Soledat Berbegal |
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Empresa | Actiu |
Cargo | Consejera delegada |
Biografía | |
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La biohabitabilidad está revolucionando el diseño y la arquitectura al situar el bienestar de las personas en el centro de los espacios que habitamos. Este concepto, que abarca aspectos como la luz natural, la acústica, la calidad del aire y la conexión con la naturaleza, busca transformar interiores en entornos saludables y sostenibles. En un mundo donde pasamos el 90% de nuestro tiempo en espacios cerrados, la biohabitabilidad se convierte en una herramienta esencial para mejorar la calidad de vida, fomentando la salud física, mental y emocional de quienes los ocupan.
La biohabitabilidad es una ciencia que estudia cómo el ambiente interior influye en el bienestar de las personas. Ahí, nosotros hablaríamos de estándares como WELL que mide 10 parámetros de bienestar y promueve el diseño de los espacios poniendo a la persona en el centro. Esa visión se relaciona con cuestiones como la iluminación natural, la acústica, la temperatura interior… También busca lograr que las personas sean cada vez más activas gracias al diseño de espacios con, por ejemplo, la manera en que se han concebido las escaleras, pensando en la circulación dentro del entorno, para fomentar el movimiento de las personas en su día a día.
Hoy en día, encontramos muchos espacios fríos, sin luz natural, que no se han cuidado desde el punto de vista del diseño y que no motivan. Configurar el entorno pensando en cómo puede ayudar y cuidar de las personas se traduce en un mayor bienestar físico, mental y emocional.
En definitiva, si tenemos en cuenta que las personas pasamos el 90% de nuestra vida en espacios interiores, resulta esencial rediseñar esos entornos para que, aunque no estén al aire libre, la naturaleza forme parte de ellos, de alguna manera, gracias al diseño, los materiales y los elementos que se eligen para equiparlos.
Hay cinco factores que son los más determinantes: la luz natural, la acústica, la temperatura, la calidad del aire y la biofilia. Son los puntos que más influyen en el bienestar de las personas. Todos ellos son necesarios y los diseñadores, arquitectos y empresas deben tenerlos en cuenta: ¿qué es más importante la luz natural o la acústica? Pues es que los dos son imprescindibles.
Después, hay otros factores que también contribuyen a ese bienestar, en un segundo nivel de importancia y que ya están más ligados con las emociones, como pueden ser los colores y los materiales.
Las certificaciones aportan un lenguaje universal: todo el mundo entiende lo mismo dentro de ese criterio. Gracias a LEED, por ejemplo, sabemos cuál es la cantidad diaria de agua que debe consumir un edificio de 2.000 personas y qué nivel de luz artificial requiere. Está todo medido. Y así se logra el mínimo impacto posible en el planeta.
Por su parte, WELL marca unas premisas que, dentro de determinados rangos, logran que un espacio tenga sentido. En temperatura, determina, por ejemplo, que entre 20ºC y 25ºC se generan las condiciones óptimas para trabajar. La humedad relativa debe estar entre un 30% y un 60% y son necesarios sistemas de control térmico para ajustar la temperatura a las necesidades de las personas.
Todo ello minimiza problemas relacionados con las enfermedades respiratorias y también contribuye a aliviar el estrés, lo que redunda en el bienestar.
Al final, si pones en el centro a la persona, todo lo que hagas para contribuir al bienestar de ese empleado, a que esté motivado e ilusionado y a que sea productivo, repercutirá directamente en los beneficios de la empresa y en la rentabilidad del negocio.
En Actiu, gracias al diseño sostenible y saludable del Parque Tecnológico de Actiu en Castalla (Alicante), cada vez tenemos una imagen de marca más sólida para atraer talento. Está directamente relacionado con el empleo y el branding. Si tienes un espacio acogedor, que motiva, que ilusiona y que hace que la gente se sienta bien, estás atrayendo a gente a ese espacio.
Si tus valores pasan por cuidar del planeta y fabricar mobiliario y diseñar espacios de manera sostenible, estás dejando un poso y un legado en la sociedad que hace que al final eso se sienta como un éxito de la propia marca.
Es necesario ser lo más precisas y personalizar todo al máximo, pero sin perder rentabilidad y eficiencia en el proceso de producción.
Los principales obstáculos son los materiales, la personalización y la seguridad. Esos son los retos que deben abordarse y algunas de las oportunidades pasan por pre-industrializar y pre-fabricar muchos de los proyectos.
Si los espacios de reunión requieren de una acústica, una temperatura concreta y una calidad del aire apropiada, se pueden instalar cabinas acústicas como Qyos que ya incluyen todo eso.
La arquitectura y los productos saludables están ante una gran oportunidad de crecimiento porque la gente verá ahí la garantía de calidad y la personalización en cuanto a uso y servicio y no en cuanto a la parte más funcional.
La personalización es clave hasta cierto punto. Tenemos que entender las necesidades de cada usuario y sus capacidades: hay personas neurodiversas, con baja movilidad, de diferentes culturas y generaciones, necesidades cambiantes en lugares diferentes.
Por eso hay que diseñar y equipar los espacios para que sean flexibles. En una escuela, si tienes mobiliario flexible, estás ayudando a que docentes y estudiantes tengan las herramientas que necesitan en cada momento del día y lograr que el espacio se adapte a ellos y no al revés.
Hay una serie de criterios globales y un lenguaje universal que contribuye a que todos cumplan los mismos criterios de calidad y funcionalidad. Junto a ellos, existen otros factores relacionados con la diversidad: ahí debe ayudar la tecnología. Por ejemplo, las mesas elevables te pueden ayudar si eres una persona muy alta, a estar más cómoda. Y lo mismo ocurre con un usuario de silla de ruedas, que estará mejor trabajado en una mesa que sea móvil y ágil.
El futuro de la biohabitabilidad implica una mayor humanización y personalización, pero con unos criterios estándares de bienestar, sostenibilidad, salud y funcionalidad. Va a ser un panorama muy interesante y construir desde la perspectiva de la conciencia con la vida tendrá mucho futuro.
Según nuestra nueva visión de los espacios, Life-Friendly Spaces (LFS), los espacios aportan vida y calidad de vida a las personas. Su diseño debe conseguir que merezca la pena visitarlos y vivirlos. De lo contrario, las personas no se van a desplazar a esos lugares, ya sea una oficina, una cafetería o un hotel. Así, las tecnologías emergentes van a ayudar en ese camino.
El futuro también pasa por la inclusividad: poco a poco, el diseño responsable está teniendo en cuenta a personas invidentes o con problemas de movilidad física.
De hecho, se estima que entre un 15 y un 20% de las personas son neurodiversas y les genera mucho estrés entrar en espacios de uso intensivo con mucho ruido. El futuro de la biohabitabilidad pasa por la inclusividad, el diseño regenerativo, la integración de tecnologías inteligentes, la sostenibilidad energética con baterías más eficientes y micro redes energéticas.
Con Life-Friendly Spaces ponemos el foco, cada vez más, en la salud mental, física y emocional de las personas. La salud social debe ser para todos y eso es muy importante.
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