En pleno julio, cuando el calor manda, las construcciones encaladas del Mediterráneo vuelven a ser icono de frescura y belleza. Desde pueblos griegos hasta las Alpujarras andaluzas, la arquitectura blanca es mucho más que una moda: es un lenguaje antiguo que hoy reinterpretan estudios como DmasC, enamorados de su claridad, su poder estético y su capacidad para atravesar siglos sin perder actualidad.
Las primeras construcciones encaladas datan de miles de años atrás en el Mediterráneo, donde el blanco era una respuesta natural al sol extremo. Se usaba cal no solo para reflejar la luz, sino también por su efecto higiénico y desinfectante.
Santorini, Mykonos, las islas del Dodecaneso, los pueblos blancos de Cádiz y Málaga, las Alpujarras granadinas, el Alentejo portugués, los trulli de Puglia… todos comparten el blanco como identidad, creando paisajes reconocibles y poéticos.
En contraste, zonas frías del norte de Europa optaron históricamente por maderas oscuras y tejados negros para absorber calor. La arquitectura blanca es justo la respuesta contraria: repelerlo.
Porque sigue funcionando como recurso estético atemporal y versátil: amplía la luz, potencia materiales nobles, da serenidad a espacios urbanos y conecta con la memoria cultural de cada lugar. DmasC lo emplea para evocar frescura y elegancia sin renunciar a la contemporaneidad.
Aunque el blanco refleja y no ayuda a acumular calor, estas construcciones se diseñaban con estrategias que equilibraban estaciones: muros gruesos que retienen la temperatura, patios interiores y pequeñas ventanas para limitar pérdidas, y una orientación calculada para aprovechar el sol bajo del invierno mientras los aleros, porches y voladizos protegen del sol alto y abrasador del verano. El color permanece, pero la arquitectura juega con la luz y la sombra todo el año.
El color blanco no encarece por sí solo la construcción: la cal y las pinturas claras son materiales asequibles. Lo que sí implica es un mantenimiento más frecuente, porque para conservar esa pureza luminosa hay que encalar o repintar periódicamente.
Sin embargo, ese cuidado adicional se compensa con un valor añadido real:
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