La vivienda, diseñada por el arquitecto Javier de la Cruz y su equipo en DmasC, se ubica en un paraje de alto valor natural y paisajístico en la provincia de Badajoz. Lejos de imponer su presencia, el proyecto se adapta a las reglas del lugar: el terreno en pendiente, la vegetación autóctona y la orientación solar. El primer gesto fue, de hecho, no hacer ninguno gratuito: cada volumen gira para respetar la posición de las encinas existentes. Ninguna fue sacrificada.
Sobre una parcela irregular, y con una pendiente pronunciada, la vivienda se desarrolla en una sola planta. La horizontalidad no es solo un gesto formal, sino una decisión funcional y ética: garantizar la accesibilidad total, reducir el impacto visual y permitir que la casa se deslice entre los árboles.
El proyecto se articula en tres volúmenes independientes:
Estos tres bloques se conectan a través de un cuarto volumen menor que actúa como distribuidor y eje circulatorio. La fragmentación no es caprichosa: responde al deseo de la propiedad de poder independizar usos, instalaciones y niveles de privacidad.
Cada volumen se orienta de forma estratégica para enmarcar vistas concretas y capturar la luz del sur. No hay jerarquía formal: todos los cuerpos son iguales en su sencillez, lo que refuerza la sensación de orden y equilibrio.
Toda la vivienda se reviste de mortero blanco, un acabado tradicional que se limpia, sin embargo, de nostalgia. Las carpinterías, contraventanas y barandillas en negro introducen tensión visual y contemporaneidad. El contraste no es agresivo: es sobrio y deliberado.
En el interior, el pavimento continuo de porcelánico de gran formato conecta visual y táctilmente todos los espacios. En el hall y la cocina se introducen mosaicos a medida, realizados con el mismo material en dos tonos, que aportan una pincelada artesanal sin romper la lógica del conjunto. El mismo porcelánico se extiende al exterior inmediato, prolongando la casa hacia el paisaje.
Para las zonas exteriores más alejadas, se ha optado por piedra natural, evocando los pavimentos típicos de la zona, con referencias portuguesas. La piscina, con un vaso en tonos verdes, dialoga con las charcas naturales de la dehesa y evita el azul estridente que suele desentonar en entornos rurales.
El proyecto organiza el exterior en dos plataformas.
En la superior, al nivel de la casa, se ubica un porche adosado al módulo de salón, así como uno de los gestos más íntimos y poéticos de todo el conjunto: un banco circular que rodea un olivo centenario, elemento simbólico para la familia.
Desde ahí, dos escalinatas simétricas conducen al segundo nivel: una zona de piscina y solárium donde la geometría vuelve a ser clara, pero no exhibicionista. La arquitectura acompaña. No ocupa el centro.
La casa es autosuficiente gracias a su sistema de paneles solares fotovoltaicos. El diseño pasivo, el aislamiento térmico de alta eficiencia y la cuidada orientación permiten un consumo energético mínimo y una temperatura interior constante durante todo el año. La sostenibilidad, como el resto del proyecto, no se muestra: se aplica.
Y ADEMÁS
Política de privacidad | Cookies | Aviso legal | Información adicional| miembros de CEDRO